sábado, 31 de marzo de 2018

"Surrexit Christus spes mea"


En la liturgia del Tiempo Pascual se canta, como Secuencia, el himno “Victimae Paschali laudes”, en el que alabamos con todas nuestras fuerzas a la Víctima Pascual, al Cordero inocente sacrificado, Jesucristo, que ha resucitado.  


“Ha resucitado Cristo, que es mi esperanza”, pone el himno en boca de la Magdalena. “Surrexit Christus, spes mea. Praecedet suos in Galileam”.

Vale la pena reproducir todo el himno en latín y en castellano, porque nos puede servir como tema de oración en los próximos días:

Victimae paschali laudes
inmolent Christiani.
Agnus redemit oves:
Christus innocens Patri
reconciliavit pecatores.
Mors et vita duello
conflixere mirando:
dux vitae mortuus,
regnat vivus.
Dic nobis Maria, quid vidisti in via? Sepulcrum Christi viventis,
et gloriam vidi resurgentis,
angelicos testes, sudarium et vestes
Surrexit Christus spes mea;
precedet suos in Galileam.
Scimus Christum surrexisse
a mortuis vere.
Tu nobis victor Rex, miserere.
Amen. Alleluia.

La traducción al castellano es la siguiente:

A la Víctima pascual
ofrezcan alabanzas los cristianos.
El Cordero redimió a las ovejas:
Cristo inocente
reconcilió a los pecadores con el Padre.
La muerte y la Vida se enfrentaron
en lucha singular.
El dueño de la Vida, que había muerto,
reina vivo.
Dinos, María, ¿qué has visto en el camino? Vi el sepulcro de Cristo viviente
y la gloria del que resucitó,
a unos ángeles, el sudario y los vestidos.
Resucitó Cristo, mi esperanza;
precederá en Galilea a los suyos
Sabemos que Cristo verdaderamente resucitó de entre los muertos.
Tú, Rey victorioso, ten piedad
Amen, Aleluya.

El Papa Benedicto XVI tiene una serie de textos sobre la Resurrección del Señor, además de lo que ha escrito en su libro “Jesús de Nazaret”, que son una maravilla. Además de la profunda doctrina teológica que contienen, nos llevan como de la mano a tener una piedad sincera hacia Cristo Resucitado, que vive y actúa en nuestra vida constantemente.

Meditemos algunos párrafos de estos escritos. En su libro “Introducción al cristianismo” expresa las siguientes ideas

"El amor es más fuerte que la muerte" (cfr. Cant 8,6). Amor es resurrección. El amor crea la inmortalidad. La vida del Resucitado ya no es bios (biología) sino zoe (espíritu). Los evangelistas no pueden expresar adecuadamente esta nueva vida, parecen balbucear y contradecirse.
Es una vida real. No es sólo una vida que se ve en el ámbito de la fe, como podría interpretarse el suceso de Emaús: Cristo enciende el corazón de los caminantes con la interpretación de la Escritura y les abre los ojos al partir el pan. El culto divino es donde entramos en contacto con Jesús y le reconocemos. Jesús, acercándose a nosotros, se convierte en nuestro compañero de viaje. Los evangelistas nos hacen comprender que el encuentro con Jesús tiene lugar en otro plano completamente nuevo. Sin embargo, no niegan la verdad histórica de la Resurrección (cfr. J. RATZINGER, Introducción al cristianismo, pp. 263-271).  

En una homilía del año 2006, el Papa Benedicto XVI explica de la siguiente manera la Resurrección de Cristo:

“Está claro que este acontecimiento [la Resurrección del Señor] no es un milagro cualquiera del pasado, cuya realización podría ser en el fondo indiferente para nosotros. Es un salto cualitativo en la historia de la "evolución" y de la vida en general hacia una nueva vida futura, hacia un mundo nuevo que, partiendo de Cristo, entra ya continuamente en este mundo nuestro, lo transforma y lo atrae hacia sí. Pero, ¿cómo ocurre esto? ¿Cómo puede llegar efectivamente este acontecimiento hasta mí y atraer mi vida hacia Él y hacia lo alto? La respuesta, en un primer momento quizás sorprendente pero completamente real, es la siguiente: dicho acontecimiento me llega mediante la fe y el bautismo. Por eso el Bautismo es parte de la Vigilia pascual, como se subraya también en esta celebración con la administración de los sacramentos de la iniciación cristiana a algunos adultos de diversos países. El Bautismo significa precisamente que no es un asunto del pasado, sino un salto cualitativo de la historia universal que llega hasta mí, tomándome para atraerme. El Bautismo es algo muy diverso de un acto de socialización eclesial, de un ritual un poco fuera de moda y complicado para acoger a las personas en la Iglesia. También es más que una simple limpieza, una especie de purificación y embellecimiento del alma. Es realmente muerte y resurrección, renacimiento, transformación en una nueva vida”. (…). El gran estallido de la resurrección nos ha alcanzado en el Bautismo para atraernos. Quedamos así asociados a una nueva dimensión de la vida en la que, en medio de las tribulaciones de nuestro tiempo, estamos ya de algún modo inmersos. Vivir la propia vida como un continuo entrar en este espacio abierto: éste es el sentido del ser bautizado, del ser cristiano. Ésta es la alegría de la Vigilia pascual. La resurrección no ha pasado, la resurrección nos ha alcanzado e impregnado” (Benedicto XVI, Homilía, 15-IV-2006; las negritas son nuestras).

El Tiempo Pascual es un tiempo de alegría y agradecimiento: un tiempo para tener presente que ¡Jesús vive!, muy cerca de cada uno: dentro de cada uno;  y que podemos aprender de Nuestra Señora a permanecer en Cristo y a no perder la alegría que Él nos da y que en el mundo no podemos encontrar.


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