sábado, 7 de octubre de 2017

"Nolite ergo locum dare diaboli" (Ef 4, 27)

Hoy celebramos la fiesta de la Virgen del Rosario. En las fronteras de Polonia, un millón de católicos rezan el Rosario para seguir el consejo de la Virgen de Fátima, ahora que se acerca el centenario de su última aparición (13 de octubre de 1917): reparar por las ofensas que se hacen a Dios y pedir la conversión de los pecadores a través del rezo del Santo Rosario.

 

Esa petición a la Santísima Virgen incluye la intención de acudir a Ella para que interceda ante su Hijo por el Papa y por la unidad de la Iglesia, que como una barca a la deriva está siendo atacada fuertemente por Satanás. Estamos en un momento muy difícil y se presentan ante nosotros varias alternativas.

La primera es seguir la corriente del “espíritu del Concilio”, que denunció Benedicto XVI en una de sus últimas intervenciones como Romano Pontífice; que lleva a traicionar la Tradición multisecular de la Iglesia, y que se dirige a implantar nuevamente el modernismo que san Pío X condenó en la  Encíclica Pacendi.     

La segunda es atacar o cuestionar al Papa Francisco porque, al parecer, no cumple bien su deber como Sumo Pastor de la Iglesia, al no condenar expresamente los abusos que se comenten en contra de la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, especialmente en el ámbito de la moral cristiana.

La tercera es mantenerse muy unidos al Papa Francisco (como lo hace el Papa emérito Benedicto XVI), con una actitud verdaderamente filial hacia él, una gran confianza en Dios y una firme adhesión a toda la doctrina católica, que —como ha afirmado repetidamente el Papa Francisco— sigue vigente en su totalidad (ver, al respecto, un interesante artículo reciente de Emmett O'Regan).

A mi juicio, esta es la posición que Dios desea de sus hijos, en estos momentos de confusión y desorientación. Algunos dirán que no es posible callar, que existe el deber de denunciar lo que es dañino para los fieles, que mantener una posición pasiva es traicionar la fe revelada y sostenida por la Iglesia desde siempre.
  
Es verdad que Pablo corrigió a Pedro cuando judaizaba, y lo hizo públicamente. Sin embargo, este hecho no puede ser aplicado a cualquier circunstancia parecida en la Iglesia. La prudencia nos debe llevar a valorar bien las cosas y a tomar las decisiones apoyándonos, prevalentemente, en nuestros juicios humanos, por muy fundamentados que parezcan estar.

Si vemos las cosas con sensatez y cordura nos daremos cuenta, la mayoría de los católicos, que no podemos conocer los motivos profundos de la actuación del Papa Francisco: no sabemos, por ejemplo,  las razones que tendrá para no haber respondido a las dubia de los cuatro Cardenales, ni a las cartas que le han enviado muchos profesores universitarios y personas de renombre en la Iglesia.

Quizá haya muchos de sus correctores, incluso la mayoría, que actúan con rectitud de conciencia. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿Habrán hecho lo correcto?; ¿no se habrán excedido en sus críticas?; ¿no estarán haciendo el juego al Enemigo y provocando con sus acciones el Cisma (que ya existen en la Iglesia, pero que no se ha hecho manifiesto, con gran daño de los fieles)?

Me parece que los mensajes que recibió Marga (cfr. página de la Verdadera Devoción al Corazón de Jesús) durante el año 2015, nos pueden a ayudar para no cometer —de buena voluntad— un error gravísimo.

El 15 de abril de 2015 le decía la Virgen, hablando de los que defienden la Tradición y critican al Papa: “Más que esperar del Cielo que vengan los acontecimientos, se diría que intentan que el Cielo disponga los acontecimientos que han marcado ellos”.

Y alababa al Papa Francisco por su “independencia” de dimes y diretes. “Mi Papa no va a dar vía ancha a la doctrina que no es católica. Se agotan muchas tintas de tinteros con este fin, y es algo inútil. No, no será él”.

La Virgen de Fátima dijo “el Santo Padre tendrá mucho que sufrir” (y el Papa Francisco sufre); y pedía el rezo del Rosario: “No puede ser un hijo de María aquel que no reza el Rosario todos los días. No abandonéis mi Rosario, ¡ni un solo día!”.

Por otra parte, la Virgen le comunicó a Marga ese mismo día de abril, que el Papa Francisco, porque es un hombre normal, es capaz de comer errores: “Cometerá una imprudencia de la que se arrepentirá muy pronto. Y será utilizada por las fuerzas del mal para acusarle y para «retirarle de la circulación» (…). Se arrepentirá, pero no podrá dar marcha atrás. Y será utilizado por las fuerzas del Averno”.

Las equivocaciones que pueda haber cometido el Papa durante su pontificado, especialmente cuando habla “desde el corazón” en las entrevistas que le hacen y en las múltiples intervenciones que tiene —sin seguir el guion previsto—, no son un motivo para corregirlo públicamente alegando su falta de coherencia con la doctrina católica.

Sus intenciones son buenas (acercar lo más posible a los que están apartados de la Iglesia y de la Verdad). Es muy bonito lo que dice la Virgen sobre el Papa Francisco: “Él es mi Papa. Elegido por Mí para esta Hora, y a él os debéis, vosotros, los de la Verdadera Iglesia. Él ya sabía a lo que se exponía cuando dijo Sí, y ha des­ empeñado todo esto con mucha, muchísima valentía. Bendito sea. Yo le alabo por su paciencia, por su mansedumbre y por  procurar  que en esta Hora Terrible  de la  Historia, cuantos más hombres, se acerquen a Mis (nota de Marga: “Como Madre y a “Mí” como Iglesia”)”.

Conclusión: dejemos actuar a Dios. Esperemos pacientemente que se lleven a cabo sus planes. Y, mientras tanto, estemos muy unidos al Papa. No demos lugar al demonio (cfr. Ef 4, 27: “nolite ergo locum dare diaboli”), que como león rugiente anda en busca de qué presa devorar” (cfr. 1 Pe 5, 8).

Acudamos en este mes a María, a través del Santo Rosario. Ella —que es la Mujer que aplasta la cabeza del dragón infernal— nos protegerá y no permitirá que nos salgamos fuera del camino.  


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