sábado, 18 de octubre de 2014

Dar a Dios lo que es de Dios

Nunca nos cansaremos de afirmar esta gran verdad —“dar a Dios lo que es de Dios”— que nos recuerda el Evangelio del próximo domingo (XXIX del tiempo ordinario).


Siempre tendremos los hombres el peligro de ser demasiado condescendientes con “el cesar”, es decir, los “valores” mundanos de moda en cada época de la historia. No podemos traicionar nuestra vocación cristiana poniendo al "cesar" por encima de Dios.

Las lecturas de este XXIX Domingo del tiempo ordinario son las siguientes (puede usarse el formulario “Por la evangelización de los pueblos”, pues mañana es el “Día Mundial de las Misiones”):

Is 45, 1.4-6. Llevo de la mano a Ciro para doblegar ante él las naciones.
Sal 95. Aclamad la gloria y el poder del Señor.
1Ts 1, 1-5b. Recordamos vuestra fe, vuestro amor y vuestra esperanza.
Mt 22, 15-21. Pagad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

La pregunta que le hacen al Señor es hábil y capciosa (Ev.). ¿Cuál debe ser la verdadera relación entre nuestros deberes con Dios y con la sociedad. Las lecturas de la Misa subrayan que no existe solo una lectura laica de la historia sino que la fe tiene sus derechos y criterios interpretativos (1ª Lect.). Jesús expresa nítidamente los niveles de competencia de lo humano y lo divino. El césar no es Dios; no existe un césar divino. Dad a Dios lo que es de Dios (Ev.). La comunidad cristiana debe vivir con autenticidad los valores de la fe, esperanza y caridad (2 Lect.).

La fe, la esperanza y la caridad (que empieza por el amor a Dios), son los principales puntos de referencia del cristiano (2ª Lect.). Vivir con profundidad las virtudes teologales, que son un don de Dios, nos proporciona un modo de ver todas las cosas con enfoque cristiano. Si perdemos la referencia teologal de nuestra vida, sólo las veremos de modo “humano”, o mejor dicho: “mundano”.

Dar a Dios lo que es de Dios”. Estas palabras están detrás de todo el “mensaje de Garabandal”, de todo lo que la Virgen enseñó a las cuatro niñas en las más de dos mil apariciones que tuvo en Garabandal, entre 1961 y 1964 (un promedio de tres o cuatro diarias). En ese tiempo la Virgen visitó todas las casas del pueblo.

El 18 de octubre de 1961 las cuatro niñas leyeron juntas, en Los Pinos, el mensaje que la Virgen les había dado para toda la humanidad. Tenían doce años de edad, salvo Mari Cruz, que tenía once. Como no se oyó bien su voz de niñas, luego, dos hombres repitieron la lectura del mensaje, que decía así:

"Hay que hacer muchos sacrificios, mucha penitencia; visitar al Santísimo; pero antes, tenemos que ser muy buenos.

Y si no lo hacemos nos vendrá un castigo.

Ya se está llenando la copa, y si no cambiamos, nos vendrá un castigo muy grande".   

Fray Eusebio García Pesquera, O.F.M., comenta en su libro “Fue con prisas a la montaña”, lo siguiente: “Imposible que la masa de expectantes que acogió estas palabras en la revuelta noche de Garabandal pudiera captar entonces las verdaderas dimensiones de tan cortísimo y pueril mensaje... Por eso, a todos o casi todos decepcionó”.

Aquello era una proclama nueva de los de siempre —añade fray Eusebio—: de lo que más necesitamos oír aunque menos nos guste escuchar”.

Hoy, 53 años después de ese día, volvemos a leer y meditar el primer mensaje de la Virgen y damos gracias a Dios porque nos recuerda las verdades fundamentales de nuestra fe:

·        el sentido del pecado (tan olvidado en nuestro mundo actual),
·        su maldad (que ocasiona todas las tragedias de la humanidad),
·        el saber de que todos los hombres somos pecadores,
·        la importancia de la penitencia para expiar nuestros pecados,
·        la necesidad de acudir a la Fuente de la Salvación (la Palabra de Dios y los Sacramentos); particularmente al mismo Jesucristo que nos espera en el Sacramento de la Eucaristía (hacer muchas visitas al Santísimo) y, por último,
·        la importancia de la lucha ascética para tratar de ser “muy buenos” (integridad moral) cada día,
·        con la ayuda de Nuestra Madre del Cielo.

Estas verdades fundamentales de nuestra fe, dichas en un lenguaje sencillo (para niñas), iluminan toda nuestra vida. Por ejemplo, ¡cuánto podría haber ayudado, meditarlas despacio, a los obispos, sacerdotes y laicos que están ahora reunidos en Roma en el Sínodo sobre la Familia (ya por terminar)! ¡Con qué perspectiva, auténticamente sobrenatural, se ve todo más claro!

Es momento de tratar de ser “muy buenos”. ¿Cómo? Centrando nuestra vida en la Eucaristía y acudiendo constantemente a la intercesión de la Virgen para que nos ayude a reconocernos pecadores, y a hacer mucha penitencia, muchos sacrificios: oración y expiación abundante, por nosotros y por toda la Iglesia.

Aunque el mensaje del Evangelio es eminentemente positivo —el anuncio del inmenso Amor que Dios tiene a cada ser humano—, no se puede olvidar nunca que Dios es Misericordioso pero también Justo. Dios no deja de buscar cómo ayudar a sus hijos, y corregirlos, también con severidad, cuando es necesario. Además, al final de nuestra vida tendremos que optar por el premio eterno (el Cielo) o el castigo eterno (el Infierno), según hayan sido nuestras obras. 

Terminamos con unas palabras de fray Eusebio García Pesquera de su libro "Fue con prisas a la montaña":

Ya se está llenando la copa; y si no cambiamos... Las niñas decían lo de la copa, sin entenderlo apenas; parece que durante las explicaciones del mensaje que la Virgen les fue dando a lo largo del verano, se les mostró una gran copa, dentro de la cual caían espesas gotas de tonalidad oscura, como de sangre. Cuando la Virgen hablaba de esto de la copa y del castigo que se avecinaba, se oscurecía su semblante y se apagaba notablemente su voz.

A partir, pues, de esta noche del 18 de octubre, Garabandal empieza a revelarse en su fuerte dimensión de admonición profética. Vamos hacia horas de muy graves decisiones por parte de Dios.

Como las consecuencias serán terribles para muchos, misericordiosamente se nos advierte, para que veamos la manera de evitarlo. Y no hay más que una manera: la que Cristo dejó proclamada en su Evangelio: "Si no hiciereis penitencia, todos por un igual pereceréis"(Lc 13, 1-5).

En adelante, un gigantesco contraluz de Misericordia y de Justicia a escala divina va a estar siempre como gravitando sobre el horizonte lejano de esta increíble historia de Garabandal”.    

Recomendamos los siguientes vídeos:

1. Pastores católicamente equilibrados - Padre Santiago Martín FM.
2. Peligro la Eucaristía - división en el Sínodo Familia P. Santiago Martín FM.



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